martes, 6 de diciembre de 2011

La hoja y el viento

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Quizás si una de las cosas más importantes que vamos aprendiendo a medida que maduramos es que no tenemos las cosas controladas, que la vida es tan múltiple y creativa que es imposible tenerlo todo calculado, que siempre nos sorprende con situaciones no esperadas, muchas veces ni siquiera imaginadas. Esto se hace más evidente en los tiempos actuales por la interconexión mundial, donde las variables que inciden tanto en los eventos objetivos o externos, como en los psíquicos por el flujo de ideas, estimulan más el cambio.
El ritmo de todo se ha acelerado y ello trae mutaciones constantes en todas las áreas del vivir.
Las cosas están siempre cambiando más allá de nuestro control, deseos, expectativas, la vida nos sorprende gratamente a veces, otras nos arrolla, revuelca, duele con lo inesperado; de allí que el arte de vivir tiene que ver más con aprender a deslizarse en el vaivén de la vida que a agarrarse u obsesionarse con lo que quisiéramos que fuera, o con lo que nos parece lógico o posible.
Intentar controlar la vida sólo nos acarreará dolor y tensión, el dolor de que las cosas no resultan como quisiéramos, la tensión de sujetar a las situaciones y personas de acuerdo a nuestras expectativas.
Sólo nos queda “agachar el moño” y dar lo mejor de nosotros en el tiempo presente y estar disponible para adaptarnos a los movimientos que la vida nos vaya presentando.
Poner la mejor voluntad y esfuerzo en nuestros emprendimientos, soltando los resultados pues ellos no dependen de nosotros, sino del rumbo de la vida que fluye con una sabiduría que a la pequeña mente le cuesta mucho entender o concebir, puesto que su dinámica no tiene una forma lineal, no es lógica ni entendible por la razón, busca afinarnos, despertarnos, abrir nuestro entendimiento a visiones más amplias que nos lleven a romper el pequeño claustro de manías, acomodaciones, conceptos estrechos, juicios, críticas en que vivimos y que no nos permiten conocer el amor sin condiciones ni limitaciones.
A veces tenemos la sensación de estar inmersos en un caos, de ser hojas movidas por el viento, eso ocurre porque no somos capaces de leer el texto global del sentido de los procesos, porque sólo vemos letras, o frases, no el libro, sólo vemos árboles y no el bosque, sólo partes y no la totalidad en que estas adquieren sentido.
Quizás algún día despertemos y veamos que somos la hoja y también el viento y podamos oír la música de fondo, el sutil murmullo que impulsa a la vida, nuestra vida y ver el diseño, el orden, la tendencia impecable que impulsa al aparente desorden y sin sentido del cambio.
Quien alguna vez ha intuido o sentido esa gran armonía que gobierna al mundo puede relajarse y vivir en la confianza, sabiendo que aún el desorden, el dolor, el error juegan un rol vital en nuestro proceso hacia la comprensión y la sabiduría.
Sin embargo, para vivir en el cambio con consistencia es preciso tener un eje, un centro dado no por cuestiones exteriores, pues éstas están siempre naciendo y muriendo, sino en aquel centro permanente e interno que no cambia, el ser que permanece, en el triunfo o el fracaso, en el nacer o morir, en la juventud o en la vejez.
Aquí o allá, anciana o joven, mi verdadero hogar va siempre conmigo.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Suerte - Mala suerte


N   -   Un antiguo relato chino, cuenta la historia de un anciano campesino que tenía un viejo caballo para trabajar su campo. Un día, el caballo escapó a las montañas. Cuando los vecinos del anciano lo supieron, se acercaban para condolerse con él.
V   -    ¡Cuánto lamento su desgracia! 
N   -   Pero, el labrador, les contestaba:
A   -   ¿Mala suerte? , ¿Buena suerte? , ¡Sólo Dios lo sabe!
N   -   Una semana después, el caballo regresó de las montañas, trayendo consigo una manada de caballos salvajes. Entonces, los vecinos fueron a visitar al campesino:
V   -   ¡Ahora sí que hay motivos para felicitarlo! , ¡Está con suerte!
N   -   Pero, el anciano, a todos les contestaba por igual:
A   -   ¿Buena suerte? , ¿Mala suerte? , ¡Sólo Dios sabe!
N   -   El hijo del anciano labrador intentó domar uno de los potros salvajes. Se cayó y se quebró una pierna. Cuando el vecindario se encontraba con el campesino, le comentaban:              
V   -   ¡Este accidente, sí que es una verdadera desgracia!
N   -   No pensaba así, el viejo campesino y se limitaba a decir:
A   -   ¿Mala suerte? , ¿Buena suerte? , ¡Sólo Dios sabe!
N   -   Un par de semanas más tarde, se supo que el emperador había declarado la guerra. Una patrulla de soldados entró en el pueblo reclutando a todos los jóvenes que estaban en condiciones de enrolarse en el ejército. Cuando vieron al hijo del viejo labrador con la pierna rota lo dejaron tranquilo. Las personas del pueblo se acercaban a su viejo y sabio vecino, preguntando:
V   -   ¿Habrá sido “buena suerte” o “mala suerte”?
N   -   Todo lo que a primera vista parece un contratiempo, puede ser un disfraz del bien. Y lo que parece bueno a primera vista, puede ser realmente dañino.

Minitelares



Bastidor perchita





Bastidor triangular



















Telar de Peine o Telar María


























Molde TELAR





Chaleco para Jorgito